Madre Belén ha sido un regalo de Dios a nuestra
Congregación; un testimonio vivo de caridad, acogida, adhesión a la Voluntad de Dios,
pobreza, celo apostólico y misionero y de fidelidad a Dios y a la Iglesia.
Descubrí en ella virtudes y actitudes heroicas en
medio de una gran sencillez y humanidad, salpicada de un gran sentido del humor
y agudeza andaluza.
Se distinguía por su bondad, por su amor a la verdad.
Siempre sincera, fiel a su conciencia, disponible para las cosas más costosas.
Su mundo interior no conocía el egoísmo ni la doblez.
Hablar con M. Belén era encontrarse con la humildad y
la caridad hecha carne, era encontrarse con una mujer que amaba mucho, que
amaba a todos, que se desvivía por cada uno y sus necesidades, siempre
inclinada con singular amor hacia los más pobres. El celo apostólico y los
pobres fueron una constante en su vida.
Al conocer más profundamente a M. Belén, conocí algo
más de Dios.
Fue una Esclava que experimentó el amor de Dios y lo
anunció a todos los pueblos; su único deseo fue engendrar a Cristo en el
corazón de cada persona, tal y como lo ideó Marcelo Spínola para sus Esclavas.
Hna.
Mª José Fernández, ADC.
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